Ya desde muy joven las mariposas andaban revoloteando por su cabeza, por su corazón infante, por su imaginación y mostraba unas inquietudes especiales que ya dejaban entrever esa futura alma de artista. Pintaba todo lo que caía en sus manos, desde un huevo, hasta las paredes de la habitación, pinturas ya con una fuerte creatividad. Decía su madre que cuando pintaba los huevos no sabía que hacer con ellos, si comerlos o dejarlos así, porque daba pena romperlos. Empezó sus primeros estudios en el Colegio de la Milagrosa y ya entonces la monja tenía que vigilarlo, porque pintaba los pantalones de los niños, los suyos y el mobiliario de clase. Después fue a los Maristas, colegio en el que pasó ocho años y donde ganó su primer premio de carteles, que llevaba por título "Maristas, cien años en España". Aquí conoció a su amigo del alma, Luis Tosar, y a otros muchos con los que compartía su forma de pensar y de ver la vida. De los Maristas pasóñ al Instituto Femenino, donde hizo su primera exposición individual, para acabar siendo delineante, profesión que compaginaba perfectamente con la pintura y en la que podía expresar sus dotes creativas.
Realizó muchas exposiciones a lo largo de su corta existencia y se presentó a varios certámenes pictóricos. Nos dejó una extensa obra con un marcado influjo picassiano y en la que lleva al color a su máxima expresión. Mezclando el cómic y el realismo, Mayor Balboa nos hace vivir los recuerdos de su niñez, entender su forma tan especial de ser, de vivir, de sentir... Era un enamorado del arte en todas sus expresiones; no sólo pintaba, sino que también esculpía y componía música para su guitarra y su clarinete. Estas dotes musicales lo llevaron a formar parte de dos corales lucenses de gran renombre: "Cantigas e Frores" y "Coral do Hospital Xeral-Calde".