Es recordado como inquieto y habilidoso en el trabajo manual en su casa natal en Vilei ayudándole a su padre a hacer la casa o acometiendo la construcción de hornos aún en uso. A los diez años empieza a tocar el bombo en el cuarteto dirigido desde 1915 por su tío José, con el que realizó numerosas actuaciones en las fiestas de la comarca, sobre todo a partir de su constitución en sexteto con el nombre de "Vilei", ya con Paulino a la gaita. Con tan sólo catorce años construyó su primer instrumento, usando un torno de pedal y herramientas hechas por él mismo en una fragua hecha a partir de los restos de una antigua estufa de carbón. A partir de ese momento compagina el trabajo en el campo con su otra pasión, algo que no dejaría de hacer a lo largo de su vida. Por San Antón, Avelino Pousa Antelo, maestro del colegio de Barreiros, preparó una sorpresa al creador de la escuela, tocando en una silla y Paulino a la gaita, ensayaron a un pequeño grupo de baile. D. Antonio Fernández, emocionado, le encargó dos gaitas, tambor y bombo para los que acabaría preparando a un grupo de jóvenes que después se llamaron "Argalleiros de Barreiros", todo esto a principios de 1948. Antón de Marcos, mecenas y filántropo, puso en contacto a Paulino y Santalices para promover y financiar la creación de un taller de gaitas y zanfonas en el seno de la Diputación de Lugo. Este encuentro marcaría definitivamente su futuro. En torno a 1950 pusieron en marcha un proyecto vivo aún hoy; la complementariedad en sus ámbitos de trabajo marcó una constante hasta 1960, año de fallecimiento de Santalices. La labor de ambos fue vital en la recuperación de la zanfona en Galicia. En 1954 viajó a Madrid, becado por D. Antonio Fernández, para trabajar con un afamado constructor de guitarras, que le enseñó sus técnicas en el manejo de los diferentes útiles y materiales. Ya en Lugo, dedicó el resto de su vida a construir gaitas, zanfonas y "freixoles", instrumentos simples en madera de boj y asta o más elaborados en palo santo y con incrustaciones de marfil. La curiosidad por mejorar y su afán por perfeccionarse hicieron de él uno de los mejores en su oficio y desde luego el de más fama, como así lo acredita el número de encargos recibidos y la consecución de numerosísimos premios. La elaborada técnica en la realización de los mismos, con unos acabados a base de piedra pómez y gomalaca hacen que sus instrumentos sean hoy objetos de deseo por parte de coleccionistas y museos.