Gallego por línea paterna, Francisco Castro era conocido como el “churriguera gallego”. Vivió primero en Melide y desde 1696 residió en Ourense, donde llevó a cabo varias obras en la catedral, en el Convento de Santo Domingo y el Convento de San Francisco. Además, hizo un retablo para la capilla mayor del Convento de Santo Domingo en Ribadavia, del que sólo se conservan unos restos y también hay muestras de su arte en el Convento de San Salvador de Celanova y en la catedral de Tui.