Antonio Murado es el pintor lucense de mayor proyección internacional. En el año 1996 decidió irse a vivir a Nueva York. En su estudio de Manhattan trabaja a diario manteniendo en su pintura un enfoque experimental que apunta a obsesivas series de tramados, superficies y vegetales. Realiza una pintura de sutileza y sugestión que entra con éxito en los circuitos comerciales a través de diversas galerías de Madrid, Canadá, Alemania y Nueva York. A pesar de la juventud de este artista que abandonó Galicia cuando era muy joven para instalarse en Madrid durante seis años, ya ve colgados sus cuadros en más de una docena de colecciones privadas y prestigiosos museos. Sus cuadros alcanzan una alta cotización, lo que en su opinión se debe a "una convención. Tiene que ver con la demanda y con el éxito comercial, aunque el precio lo marcan las galerías mirando tu currículum, la producción y la cantidad de exposiciones que tienes". Murado cree, según manifestó en una reciente entrevista a Manuel Darriba, que "la labor del arte y del artista no es complacer el gusto del comprador, el gusto medio, sino al revés, tratar de empujarlo para que aprenda a gozar de otras cosas, abrirle las puertas a los sentimientos estéticos. Cuestión que muchas veces necesita algo de tiempo, pero esa es la labor, no complacer como un bufón".