Después de cursar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Mondoñedo, recibió la ordenación sacerdotal en mayo de 1957. Su primer destino fueron las parroquias rurales de Candia y Lousada. Aquí le tocó asumir el compromiso de construir una nueva iglesia, iniciando así una de sus tareas más habituales: crear lugares de culto y convivencia para las comunidades que le fueron encomendadas, como más tarde las de San Pedro de Ferrol y Sta. María de As Pontes...
En 1964 aceptó la petición del Obispo de Nimes (Francia) para atender el servicio religioso de los miles de emigrantes españoles (unos 18.000) que residían en aquella diócesis. Su trabajo pastoral en Francia supuso “una lección mucho mayor de la que puedas recibir en la mejor universidad”, decía él en una entrevista. También entró allí en contacto familiar con el clero francés, que en aquel momento era más abierto e innovador.
En 1968 volvió a España y asumió el compromiso de iniciar la vida de la nueva parroquia de San Pedro en Ferrol, que promocionó como campo de evangelización con los nuevos aires conciliares y comunitarios. Al mismo tiempo también se le encomendó la Delegación del Concilio Pastoral de Galicia -que se iniciaba aquel año-, y más tarde (1978) la gestión de la Vicaría Pastoral de la Diócesis, lo que suponía una permanente presencia en las juntas sacerdotales y en la programación de diversas actividades pastorales.
Como párroco de San Pedro de Ferrol asumió la construcción del edificio en que se localiza la iglesia y los diversos servicios de la parroquia, lo que supuso muchos compromisos económicos y personales. Esto fue motivo de algunos momentos de depresión anímica, que motivaron un tiempo de recuperación y que lo llevaron a pasar en 1986 a otra parroquia también compleja en su vida y proyecto: la parroquia de As Pontes. Aquí continuó su esfuerzo evangelizador a través de un equipo que lo acompañó en el servicio interparroquial, con momentos de notable tensión social y religiosa.
Se completaba además su agobio permanente con el trabajo de orientar dentro de la Diócesis los diversos proyectos del Concilio Pastoral de Galicia, en el que él asumirá una notable participación y en el que puso también una gran esperanza, no siempre bien correspondida. Así lo confesaba él en 1979: “moitos tivémo-la sensación de que as pautas dun futuro anovador da Igrexa galega estaban botadas, de que valera a pena de chegar á meta... Hoxe tense a sensación de que aquel “cúmprase” final foi unha verdadeira clausura. Rematou o Concilio e pasou a historia”.
Con este panorama se sintió hondamente interpelado y tomó la decisión de retirarse de la vida pastoral en una etapa de silencio y de noche interior. Por fin, animado por uno de sus compañeros más íntimos, volvió al trabajo en la Diócesis, atendiendo en equipo las parroquias de Buriz y Os Vilares (en 2001), y dedicando parte de sus jornadas a escribir libros y artículos sobre personas con las que él había convivido fraternalmente: “Manolo Cillero, catequista” y “Madre Purísima de Jesús”, religiosa concepcionista. Tenía también muy avanzada la publicación de un nuevo libro sobre el Concilio Pastoral de Galicia, que todavía no llegó a imprimirse.
Con todo este equipaje se preparó Manolo Mejuto para su nueva vida, haciendo un camino que bien podemos considerar como de emigrante y aventurero: “una vida entera entregada a la Iglesia”.
Texto: Uxío García Amor