En el último cuarto del siglo pasado floreció en el panorama musical gallego la figura y obra de Manuel Feijoo, un sencillo y alegre franciscano que, enfundado en la pobre capa de los hijos del de Asís, recorrió las rúas compostelanas y las corredoiras de muchos pentagramas corales y solistas como una batuta o una renovada gramola que conjuntase y alegrase la vida y convivencia de todos los que se le acercaban o pasaban a su lado. Era alto y espigado. Alto también en las cumbres de la musica religiosa y profana, que hoy suena todavía en las celebraciones, sobre todo litúrgicas, de tantos encuentros o festividades solemnes de cualquier santuario o iglesia de los pueblos, villas y ciudades de Galicia, así en las voces de corales profesionales como de pequeños grupos amateurs. Sus directores informaban “imos cantar esto de Feijoo, despois estoutro e logo rematamos con outra de Feijoo”. Y también las bandas de música, que sobre todo en la provincia de Ourense, acuden a solemnizar las fiestas patronales de tantas parroquias de por allí. En soportes audio, igualmente.
Y sucede que, curioseando en internet y en otros muchos medios, me llevé la sorpresa de no encontrar ni rastro de línea alguna que hablase de él. Vaya, entonces, en esta plataforma de Galicia Digital, el que creo primer acto de desagravio, y de justicia para un dos bos e xenerosos.
Bien pudieran omitirse datos de su primera y fundamental vocación religiosa, pero creo que la segunda, la musical, no fue en él sino un regreso a su raíz e inocencia originaria, como en toda música y en todo hombre. Además así les gustará a sus paisanos y familiares, quienes adoraban y siguen adorando ao seu Manuel.
El evangelio de la infancia
Cuantos conocimos al P. Manuel Feijoo, todos le hemos oído hablar en infinidad de ocasiones de la tía Isaura y de su hermana Celia. A ésta aún la recordamos como la musa y el personaje de la mayor parte de sus conversaciones y fraternales tertulias. Aquélla, la tía Isaura, fue sencillamente su madre casi carnal y sí para Dios. Madre casi carnal, porque doña Balbina Sousa, la madre de Manuel, murió cuando éste tenía sólo once meses. Nació Manuel en Outomuro (Ourense), parroquia de Mundil en el año 1926. Al día siguiente del óbito de su madre, la tía Isaura viene del vecino lugar de Santa Catalina a recoger al niño para criarlo y educarlo en su casa. Allí viviría hasta los 13 años, edad a la que ingresa como seminarista en el Convento franciscano de San Antonio de Herbón (Padrón). Lo que sabemos del P. Feijoo en estos años de infancia, nos lo cuentan sus hermanos, Odilo y Celia, y su íntimo amigo y vecino, puerta con puerta, el P. José Bugallo. “Manuel comezou a falar, dicindo o Padre Nuestro ou a Santa María... O primeiro que dixo non foi “mamá”, que foi “Santa María”. Este breve relato nos indica, muy a las claras, la clase de persona que era la tía Isaura de Santa Catalina, mujer que nació para “monja”, pero que se quedó en el siglo para servir al Pueblo de Dios. Y lo hizo con sus vecinos todos, pero, de modo especial, con su sobrino-hijo, el P. Feijoo. La tía Isaura era soltera y su cuidado ahora era ser madre de Manuel. Ella tenía unas pocas tierras de labranza y había que trabajarlas. A los 5 y 6 años, Manuel ya cogía la azada “e iba tamén diante das vacas”. Pero antes de ir a las labores cotidianas del campo, el día comenzaba con una larga caminata de 3 kilómetros, para asistir, fuere cual fuese el tiempo, a la Santa Misa en el santuario de Nuestra Señora del Mundil. Cuenta alguno de los testigos que, al principio, como el niño era pequeñito, la tía se lo llevaba en el colo. A los pies de la Virgen del Mundil y al cuidado de la tía Isaura, Manuel se iba haciendo misionero predicador. Y así fue que, ya a los 5 ó 6 años, en el cuarto grande de la casa, Manuel se construyó un púlpito con una silla, puesto su respaldo al revés, y desde allí predicaba a las visitas sus sermones y “ejemplos” del mes de mayo. Además del púlpito, se había fabricado un altar que él mismo se encargaba de que estuviese siempre adornado con flores de la lindante huerta de la casa (Casa, que por expreso deseo del P. Feijoo, hoy está convertida en capilla). A la tía no le gustaba mucho el modo en que le caía a Manuel eso de trabajar con la azada o ir con el ganado. Por eso lo enviaba todos los días a la escuela comarcal de Outomuro, y a Manuel le iban gustando más las letras que lo otro. Hasta el punto de descollar sobre manera sobre los compañeros, quienes por el camino le gastaban las bromas típicas que en esos casos se le gastan al empollón de turno. Manuel iba creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres, y es a sus nueve años, cuando la tía decide que su sobrino tendría que seguir lo que para ella estaba muy claro. Junto con José Bugallo va todos los días a recibir clases de latín y formación religiosa de Don Aquilino, cura-institución de aquella parroquia. Y va junto al cura, porque él ha de ser cura, también. Tras varios intentos de ingresar, primero en el seminario diocesano de Orense -no podía ser por el alto coste de la pensión-, luego en Osera, donde está un primo suyo, pero que la cosa no le convenció mucho, ingresa en el seminario de Herbón a la edad de 13 años, tras ser examinado de ingreso por el P. Antonio Montero, que a la sazón era morador en el Convento de San Francisco de la vecina Rivadavia. Allí, agradecida, la tía llevaría muchos roscones a los pobres frailes franciscanos, ahora padres de su hijo-sobrino Manuel. En Herbón cursa los correspondientes años de humanidades y después de tomar el hábito y emitir los votos simples de los Menores en el año 1944, pasa al Estudiantado de Filosofía en el Convento de San Diego de Canedo (Ponteareas). Son los años de la posguerra civil española y la hambruna se apodera de los cenobios y, de una forma especialmente cruel, de éste de Canedo. Ya ahí y para siempre, compone una suplicante plegaria, para solista y piano, a la que sus compañeros llamarían “Santa María da Fame”. En voz de contratenor agudo, la melodía se hace grito y el hermano Manuel Feijoo ya es el músico del estudiantado y el inspirado compositor que será siempre.
Los viajes de San Manuel Bueno y Músico
El P. Manuel Feijoo se ordena sacerdote en 1951. En lo que al campo musical se refiere, que es en el que descolló para la historiografía de Galicia, ya llevaba muchos arpegios y muchos pianos sudados, pues su música le vino más del tesón que de natura, de afición que de genio. De trabajo que no de repentización. Poco a poco y, como si dijéramos ahora, por cauce y servicio pastoral, se va pasando al ámbito de la composición melódica, donde, a veces, el efecto y la sensación se muestran geniales. No así tanto en la armonización. A par de ello, y desde el año de su ordenación sacerdotal, 1951, comienza la formación de grupos corales. El primero, en su mismo pueblo de Outomuro, con motivo de las fiestas patronales de 1953; un coro de voces mixtas que convirtió el Santuario del Mundil en centro musical de la comarca de la ahora llamada “Terra de Celanova”. Luego, el Coro Infantil San Antonio de Herbón, más tarde el Infantil San Antonio de Ponteareas, y definitivamente, en 1966, el que sería el gran amor de su vida y la plataforma de su lanzamiento a los aires, airiños, aires de la música, el Orfeón Terra a Nosa, cuya presentación oficial tuvo lugar en TVE en las Navidades del referido año con un concierto de villancicos-panxoliñas, todas compuestas por el propio Manuel Feijoo. El Orfeón este lo dirigirá él mismo durante 18 años consecutivos y tuvo su primera y larga sede en su convento de San Francisco en Santiago, donde nació se desarrolló y consolidó como una de las mejores masas corales de Galicia: a la sombra del abrazo fraternal y acogedor del monumento a San Francisco de Asorey.
Todavía en vida, en un golpe de intuición certera, y sabiendo que témpora mutant mores, nombró como director sustituto al joven, entusiasta y capacitado componente del Orfeón, Miro Moreira, y logró además que su coro fuese acogido por la Caja de Ahorros de Galicia en Santiago, como obra social de esta entidad: ahí sigue entonces su obra, su espíritu y su arte en el panorama musical de toda Galicia.
Con el Orfeón Terra a Nosa llevará a cabo las siguientes actuaciones y giras:
En su pueblo de Outomuro: 3 veces, una con la ocasión de la ordenación sacerdotal de su sobrino Enrique.
1973 : Alemania, invitado por el gobierno alemán.
1975: Inglaterra. 1979: Alemania, Luxemburgo , Holanda, Bélgica y Francia.
1977 y 1983: Roma, Basílica de San Pedro, con saludo personal de Su Santidad Juan Pablo II.
1991: Argentina, Uruguay, Chile y Venezuela, si bien, por motivos de salud, él no pudo dirigirlo ni acompañarlo. Y bajo su dirección artística y musical la entidad conseguirá los siguientes
Premios:
- 2º Premio Nacional de Habaneras 1970 (Torrevieja)
- 1º Premio de Polifonía 1974 (Torrevieja)
- 1º Premio Nacional de Polifonía 1980 (Torrevieja)
- 1º Premio de Masas Corales Gallegas 1976 (Lugo).
También con el Orfeón grabó 10 de los antiguos elepés (uno de ellos pasado a compacto actualmente), cuyos contenidos en su mayor parte son composiciones propias.
Su obra de composición musical
Comenzó Feijoo componiendo para consumo interno de las comunidades religiosas por las que fue pasando, como hemos visto con el “Santa María da Fame”. Una de las obras de sus inicios, por su textura, arquitectura e ingeniería melódica e instrumental, marcó y afianzó su iniciado camino musical: se trata del “Himno del Colegio de Herbón”, para coro y rondalla -vale para órgano de tubos también-. Entre su obra, se halla en fase de publicación y que de momento sólo podemos escuchar en soportes de audio y diversos folletos de colecciones particulares, y que se interpreta en la mayoría de las celebraciones litúrgicas en la lengua materna de nuestro país, destacamos:
• 40 Panxoliñas polifónicas, sobre letra de Torre Enciso.
• 20 Piezas, sacras y profanas.
• Una “Misa Solemne” para 4 voces mixtas y órgano.
• 3 misas sencillas para coro, órgano y grupo de gaitas, en cassette titulado “Misas para as Romarías.”
Reconocimientos a 'un dos bos e xenerosos'.
• Medalla al mérito musical e Hijo adoptivo de Compostela en 1985.
• Medalla de Plata de la Xunta de Galicia 1992.
• Placa y medalla Hijo Predilecto de Outomuro-Cartelle 1992.
Cuando su vida comenzó a convertirse en una suave y lenta melodía de dolor y de cercanía de la hermana muerte, interpretando un cáncer dramático y liberador, el Autor de Toda Armonía y de la ‘música callada’, su Padre Dios, se lo llevó al cielo en un ‘andante allegro e maestoso’, en la noche sin madrugada del 18 de octubre de 1992.