Procedente de una familia de agricultores, heredó de su padre la afición por los aparatos mecánicos y eléctricos y aprendió electrónica por correspondencia, la técnica que luego le permitió manejar luces y sonidos. Fue a hacer el servicio militar a A Coruña, donde se quedó a vivir y donde murió el 7 de marzo de 2011.
De pequeño, Jartín se encargaba de manejar el proyector de cine de Meira, Capitolio, que sólo abría los festivos. En 1950, en A Coruña, empezó a traballar de operador de cabina en el cine Ciudad. Fue el primero de una larga lista de cines en los que Benjamín se ocupó de que las películas se viesen y escuchasen con las máxima calidad.
Jartín fue jefe de proyeccionistas del circuíto Fraga, con más de 40 cines a su cargo. Uno de los cines en el que más trabajó fue el Riazor. Su compromiso con el trabajo de proyeccionista le supuso la felicitación de técnicos y directores que asistían a una proyección y podían reconocer su pericia para conseguir un sonido impecable, una imagen nítida o la suavidad y limpieza en el cambio de proyectores.